Últimamente diferentes medios de comunicación se han hecho eco de un fenómeno que no es nuevo, pero sí preocupante, especialmente porque parece que retoma fuerza en España. Se trata de la llamada inseminación doméstica, es decir, mujeres que intentan fecundarse en sus casas sin la tecnología necesaria ni los conocimientos exigibles.
El suplemento del periódico El Mundo abordaba la cuestión en sus páginas del pasado 3 de enero, señalando que “cada vez son más las españolas que prefieren quedarse embarazadas online, sin moverse de su domicilio, a golpe de clic”. Según señalaba la publicación, hay mujeres que “ven seleccionan y compran todo lo necesario por la red. Y después ellas mismas se fecundan en la intimidad de su habitación”. El dominical recogía el testimonio de Esther, a quien “le ha salido todo por 600 euros, transporte incluido, menos de la mitad de lo que cuesta el proceso en una clínica”.
En España las técnicas de reproducción asistida humana son legales desde la década de los ochenta del siglo XX y, de hecho, tal y como confirman desde el Ministerio de la Presidencia, “la Ley española fue una de las primeras en promulgarse entre las legislaciones sobre esta materia desarrolladas en países de nuestro entorno cultural y geográfico”.
La práctica de estos métodos en clandestinidad sin supervisión médica y sin la seguridad requerida es arriesgada hasta el punto de poner en peligro la salud.
En líneas generales, las personas que se someten a tratamiento de fertilidad suelen hacer frente a un importante desembolso económico, pero no siempre los precios son desorbitados. En las clínicas de reproducción asistida EasyFIV los precios son justos, gracias a acuerdos de colaboración y nunca en detrimento de la calidad en la atención y el servicio.
Ser madre es una decisión con una importancia capital y no debe estar sujeta a experiencias que elevan los riesgos tanto en la ejecución de la técnica como en el acompañamiento sanitario. En ese mismo artículo la coordinadora del Grupo de Ética de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), la doctora Rocío Núñez, consideraba que una mujer “no debería hacerse una inseminación en casa”, pues “corre peligro”. La especialista apelaba a la necesidad de mantener los estándares de calidad y seguridad “que exige la normativa”, al tiempo que advertía del peligro de contraer una infección, por ejemplo, o de no saber manipular el nitrógeno líquido.
Cabe, como mínimo, una reflexión al respecto.